CARMELITAS DESCALZOS, COLOMBIA

CARMELITAS DESCALZOS, COLOMBIA
NOVICIADO SAGRADO CORAZON DE JESUS. VILLA DE LEIVA COLOMBIA

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LA ORDEN DE CARMELITAS DESCALZOS, LLEGO A COLOMBIA EL 5 DE JULIO DE 1911. PROXIMAMENTE CUMPLIREMOS 100 AÑOS DE PRESENCIA EN ESTAS TIERRAS COLOMBIANAS DONDE HEMOS IMPREGNADO LA ESPIIRTUALIDAD DE NEUSTROS FUNDADORES. TERESA DE JESUS Y SAN JUAN DE LA CRUZ.

sábado, 3 de noviembre de 2007

UNA IMAGEN O UN DIOS VIVO Y DINÁMICO

Al adentrarnos en la maravillosa experiencia del encuentro con el misterio de lo divino, nos encontramos que esta experiencia radical que globaliza las diversas dimensiones de la existencia, el afecto, la razón, la voluntad, el deseo y el corazón. La primera reacción, expresión de gozo, es la alabanza, el canto, y la proclamación. Viene luego el trabajo de apropiación y de traducción de la experiencia-encuentro, hecha por la razón devota. Es cuando surgen las doctrinas y los credos[1].

No podemos adentrarnos en esta maravillosa experiencia sin ver la historia y los avances que ha tenido a los largos de los años nuestra concepción dogmatica y personal de la trinidad; pero teniendo como premisa la fe y más adelante la explicación de ella misma, por eso en el primer caso bien lo expresa sor Isabel de la Trinidad. OCD en su canto de alabanza. La Santísima Trinidad nos ha creado a su imagen y según el ejemplar eterno que poseía de nosotros dentro de sí, antes de la creación del mundo, en aquel principio sin principio, del que habla Bossuet, comentando a san Juan, en el principio existía el verbo. Y se puede añadir el principio era la nada ya que Dios en su eterna soledad nos tenia presente
[2]. Este canto expresa aquello que nace de lo más íntimo de su relación con la trinidad y quiere ponerlo de manifiesto; pero al igual la historia a través de los dogmas, concilios y sínodos han querido pronunciarse para explicar esa fe, que la tiene que hacer más creíble y apetecible, ya que tantas formulas y concepciones abstractas no dejan que sean accesible a todos los hombres, pues pareciera que eso fuera solo para los letrados.

Entonces en nuestro proceso de fe y de encuentro con el Ser trascendente nos encontramos con experiencias, o no experiencias sino conceptos o creencias trasmitidas por la Iglesia y el magisterio. Así lo podemos ver desde los inicios con una concepción monoteísta que pretende justificar un totalitarismo y la concentración del poder en la única persona, sea política o sea religiosa. Aquí se verifica una curiosidad dialéctica: las concepciones autoritarias pueden ocasionar la comprensión de un monoteísmo rígido, así como la visión teológica del monoteísmo a-trinitario puede servir de justificación ideológica de un poder concentrado en una sola persona
[3]. Ya estas concepciones las tenía en sus inicios el cristianismo en donde ciertos pensadores establecieron correspondencias de este estilo.

Pero a pesar de estas concepciones totalitaristas hemos de ver que la dinamicidad de la trinidad se encuentra en la concepción de comunidad, perijoresis de amor y revelación que hacen más actual la vivencia de estas tres personas en la vida cotidiana, es revelación de Dios tal como es: Padre, Hijo y Espíritu Santo en eterna correlación interpretación, amor y comunión, por lo que son un solo Dios. El que sea trino significa la unión de la diversidad.

Al ver pues la Trinidad como una comunidad de amor podemos ya adentrarnos en la experiencia trinitaria que se ha vivido. El pueblo de Israel tuvo una experiencia vivencial con Yahvé, de la misma manera Jesús le trasmitió a los apóstoles una convicción y una experiencia con un Dios vivo, cercano, que acompaña; experiencia que fue compartida también por los apóstoles a todos los pueblos (Mt, 28:19-20). y me surge una pregunta ¿Por qué esta misma experiencia no llego a nuestro tiempo, en cambio recibimos la trasmisión de unos conceptos fríos y unas imágenes muertas de Dios, un Dios que no es cercano, que no camina con nosotros, pero sí está atento para castigarnos y enviarnos al fuego eterno? El magisterio de la Iglesia preocupado por proteger unas doctrinas y por trasmitirlas de generación en generación, de una forma tan fiel y rígida, terminó mostrando un Dios petrificado, representado en imágenes y en íconos que colocaron a Dios lejos del hombre, lo mandaron a habitar en lugares recónditos y solitarios donde el hombre no puede llegar.

Encontramos al THEOS, AL SEÑOR, AL INNOMBRABLE, AL TODO PODEROSO, AL ETERNO, AL INFINITO. Un Dios visto así es inalcanzable, es el dios de las ideas, que solo puede ser conocido a través del intelecto o los conceptos, nunca podrá ser experimentado por el corazón del hombre. El Dios que nos compartió Jesús nada tiene que ver con el THEOS, con el Dios innombrable. Jesús experimentó al Padre de una forma totalmente diferente, lo podría nombrar y lo hacia de una manera que escandalizaba a sus cohermanos, se dirigía a él como: “abba” (Mc 14; 36).

El contraste es abismal. Cuando pensamos en el THEOS, podemos captar la relación con este Dios como fría, lejana y moralizante, porque es un Dios que no vive las dificultades que el hombre experimenta. Este Dios ve desde afuera lo que esta aconteciendo, no esta sintiendo con el hombre. Se escucha duro decir que este Dios juzga al hombre desde su condición de perfección. Visto así, es un Dios que se contradice, porque desaprueba la esencia y libertad del hombre. El Dios THEOS obliga al hombre a optar por él, porque necesita del ser humano para ser Dios, para sentir que es el todo poderoso, necesita adeptos para ser Dios.

Esta relación es enfermiza. Por un lado un Dios que necesita del hombre para poder verse como el creador y por el otro lado un hombre que se ve obligado a optar por uno de estos dos caminos: seguir a su infinito y eterno creador, dador de todo o caer en la condena eterna.

El “Abba” implica una relación totalmente diferente, una relación que hace aflorar la ternura de Dios. El niño se refiere a su padre con la expresión “papi” porque lo siente cercano; existe una confianza total y vivencial, no conceptual. En su relación con el padre, el niño no se siente juzgado. Se siente amado y desde este amor desarrolla un espíritu sano, con esperanza. El papá no obliga a su hijo a quererlo, por las cosas que le da y el niño no se siente obligado a querer al padre porque recibe cosas de él. Es un amor desinteresado y libre. De esta misma forma Jesús se experimento amado por Dios y fue éste el amor que trasmitió a los apóstoles para que ellos a su vez lo dieran a conocer a todas las naciones. Ejemplo de este amor desinteresado del padre lo tenemos en el relato del Padre Misericordioso. (Lc 15: 11-32)

El hijo toma la decisión de marcharse del lado del padre llevándose su parte de la herencia. ¿Cual fue la actitud del padre? Es claro que actuó con misericordia comprensión; no reprochó la acción de su hijo y le dio la libertad de decidir, pero lo más bonito fue su actitud de acogida. Esperó pacientemente en la puerta de la casa porque guardaba la esperanza que aquel hijo que se había marchado podía cambiar de opinión y regresar. Al verlo venir de lejos, corre a su encuentro con los brazos abiertos, no existe en su corazón ningún ápice de condena por haber malgastado todo su dinero, lo que importa en esos momentos es que su hijo esta otra vez en casa.

Este es el Dios de Jesús; un Dios que tiene una casa, que trabaja, que tiene sentimientos, un Dios que corre, que abraza y que celebra con fiestas cuando el hijo que había perdido regresa. Esta experiencia con el creador no atenta contra la antropología del hombre. Para experimentar a Dios, el hombre no necesita negarse a sí mismo. La persona pierde su libertad cuando se hace representaciones de Dios. Su antropología es estática porque éstas representaciones de se quedan ancladas en una época y no podrán avanzar ni dar respuestas a las necesidades que día a día el hombre le pide al evangelio.

Jesús nos mostró una nueva forma de experimentar a Dios, ya no es la representación de Dios o una imagen distorsionada de Él, tenemos la apasionante experiencia del Dios amoroso, tierno, misericordioso que sale a nuestro encuentro para abrazarnos. Este Dios de Jesús se involucra conmigo, camina conmigo y construye historia con cada uno de nosotros, es un Dios cercano y mira en lo más secreto de nuestro ser, nos conoce, es consciente de cada uno de nuestros sentimientos por esto no nos pide más de lo que desde nuestra condición de humanos podemos aportar. Un Dios que camina con el hombre para construir con él no puede tener más que una mirada tierna y amorosa con su creatura, no un juicio moralizante de las dificultades que éste tiene en su cotidianidad.

Así esta relación perijoretica nos dan para vivir una experiencia de fe en el contexto de opresión y de ansias de liberación, el Abba es el creador y está constantemente creando en nosotros expresiones nuevas de vida y el hijo acompaña siempre ese proceso de vitalidad y El Espíritu es el que impulsa la dinamicidad del Padre y del Hijo en el hombre. La comunión del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo significa el prototipo de la comunidad humana que sueñan los que quieren mejorar la sociedad y construir así para que sea a imagen y semejanza de la trinidad
[4].


[1] BOFF, Leonardo, la Trinidad, la sociedad y la liberación, colección cristianismo y sociedad, Edic paulinas, Bogotá, 1987.
[2] Sor Isabel de la Trinidad, obras completas, edit. Monte Carmelo, 1981. Pág. 145.
[3] Op,cit. pág. 30
[4] Ibídem, pág. 14



Alejandro García Ramírez

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