CARMELITAS DESCALZOS, COLOMBIA

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NOVICIADO SAGRADO CORAZON DE JESUS. VILLA DE LEIVA COLOMBIA

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LA ORDEN DE CARMELITAS DESCALZOS, LLEGO A COLOMBIA EL 5 DE JULIO DE 1911. PROXIMAMENTE CUMPLIREMOS 100 AÑOS DE PRESENCIA EN ESTAS TIERRAS COLOMBIANAS DONDE HEMOS IMPREGNADO LA ESPIIRTUALIDAD DE NEUSTROS FUNDADORES. TERESA DE JESUS Y SAN JUAN DE LA CRUZ.

sábado, 3 de noviembre de 2007

LA TRINIDAD COMO INTEGRADORA DE DIFERENCIAS

Cuando en el año 323, el emperador Constantino estableció la iglesia Cristiana como poder dentro del Estado, los problemas con los que ésta se vio enfrentada fueron enormes. Durante los periodos de persecuciones no fue necesario construir lugares públicos para el culto. Las iglesias y locales de reunión que existían eran pequeños y sencillos. Pero una vez que la iglesia se convirtió en el mayor poder del reino, el conjunto de sus relaciones con el arte tuvo que plantearse de nuevo. Los lugares de culto no podían tomar por modelo a los templos antiguos, puestos que sus funciones eran completamente distintas.

El problema ahora consistía en decorar esas basílicas, porque la cuestión de las imágenes y su empleo en religión se planteó de nuevo, provocando violentas disputas. En una cosa estaban de acuerdo casi todos los cristianos: no debía haber estatuas en la casa de Dios. Las estatuas eran demasiado parecidas a las imágenes talladas y a los odiosos ídolos que estaban condenados por la Biblia. Colocar la figura de Dios era algo totalmente absurdo. ¿Cómo comprenderían los pobres paganos que acababan de convertirse a la nueva fe la diferencia entre sus viejas creencias y el nuevo mensaje, si veían tales estatuas en las iglesias? Demasiado fácilmente podían creer que estatuas semejantes representaban a Dios, como una estatua de Fidias habían creído que representaba a Zeus, y así aún les sería más difícil comprender el mensaje del único Dios, Todopoderoso e invisible a cuya semejanza estamos hechos.

Sin embargo fue el papa Gregorio el Grande, que vivió a finales del siglo VI, quien recordó a aquellos que se oponían a toda especie de representación gráfica, que muchos de los miembros de la Iglesia no sabían leer ni escribir y que para enseñarles las imágenes les era tan útiles como los grabados de un libro ilustrado lo son para los niños. “la pintura puede ser para los iletrados lo mismo que la escritura para los que no saben leer”. Fue de extraordinaria importancia para la historia del arte que tan gran autoridad se declarase a favor de la pintura. El papa Gregorio comprendió ese campo de la significación humana, que se expresa mejor por imágenes que por categorías conceptuales. Ningún concepto, ni siquiera el más sistemático puede sustituir a los símbolos, especialmente en su carácter de significación existencial. El símbolo hace presente al que se encuentra ausente, arrastrando el universo entero de donde hace parte.

Bajo esta perspectiva, los símbolos y las imágenes nos ayudaron a concretar y materializar el significado del misterio de la santísima Trinidad, aquel misterio que los primeros cristianos comenzaron a pensar y a traducir en una fórmula que se convirtió después en doctrina trinitaria, expresándose de la siguiente manera: Un Dios en tres personas, o una naturaleza y tres hipóstasis, o tres amantes y un solo amor, o tres sujetos y una única substancia, o tres únicos y una sola comunión
[1]. Entonces, la importancia de las imágenes reside en el hecho de que nos ayudan a mantener ciertas actitudes frente a la trinidad en sí misma y frente a cada una de las personas.

De la misma manera como el arte tuvo que consolidarse en una iglesia prevenida ante las imágenes, la historia de la reflexión trinitaria tuvo que sistematizarse en tres tendencias. Tendencias que no surgen por capricho sino por la necesidad de exponer a la Trinidad ante los errores que se tenían que combatir. En un ambiente de politeísmo es natural que la reflexión trinitaria empiece subrayando la unicidad de Dios; es apenas lógico que si se empezaba predicando sobre la Trinidad, a los cristianos recién conversos les daría la impresión de oír hablar de un politeísmo reducido a tres dioses en ves de muchos; entonces la situación llevaba a una reflexión centrada en la unidad de Dios y a partir de ahí en la diversidad de las personas.

Ante la imagen de un único Dios se podía caer en la negación de Jesucristo, entonces la reflexión se vio en la necesidad de acentuar la diversidad de Dios; se insistirá por lo tanto en la Trinidad y las personas (Padre, Hijo y Espíritu Santo), a partir de la diversidad se llega a la unidad.

La última tendencia ataca ese individualismo que maneja la sociedad, donde la comunión y la solidaridad no son tenidas en cuenta, entonces la reflexión dirige su mirada no tanto hacia el monoteísmo o el trinitarismo, sino hacia la relación de las divinas personas, es aquí donde se insistirá en la comunión como el principio primero y fundamental en Dios y en todos los seres hechos a la imagen y semejanza de las relaciones trinitarias.

La renovación de la teología trinitaria se está realizando a partir de una reflexión, que todavía está en gestación, reflexión que nos muestra las relaciones comunitarias y sociales que envuelven a todos los hombres y mujeres entre sí, y también a las personas divinas. Así, la sociedad humana representa el dinamismo de la trinidad, una trinidad comprendida humanamente como comunión de personas fundamenta una sociedad de hermanos y hermanas, de seres iguales, en donde el diálogo y el consenso constituyen los fundamentos de la convivencia tanto para el mundo como para la iglesia.

Nuestra mirada a la trinidad, que tan influenciada ha estado por las imágenes que se han elaborado de ella, siempre han estado representadas en forma masculina. Sabemos que son principalmente las imágenes las que plasman las conciencias y crean los comportamientos sociales; el predomino de imágenes masculinas en el cristianismo ha impedido que las mujeres pudieran expresar su experiencia religiosa a partir de su propia condición femenina utilizando una simbólica adecuada. Por esta razón, se hace necesario tener una conciencia de trinidad transexista, no se trata de introducir la figura femenina en la trinidad, sino de elaborar la dimensión femenina de todo el misterio trinitario y de cada persona divina
[2], expresando a Dios en la riqueza de las dos formas de comunión y de co-existencia, la masculina y la femenina.

En el cuadro “ El Regreso del Hijo Pródigo” notamos como Rembrandt entiende la dimensión transexista de Dios, el Padre no es sólo el gran patriarca, sino que también es madre y padre. Toca a su hijo con una mano masculina y otra femenina. El sostiene y ella acaricia, él asegura y ella consuela. Es, sin lugar a dudas, Dios, en quien femineidad y masculinidad, maternidad y paternidad, están plenamente presentes. Mirar el cuadro de Rembrandt, es sentir la cualidad maternal del amor de Dios, donde bajo la forma de un viejo patriarca judío, emerge también un Dios maternal que recibe a su hijo en casa.
[1] Cfr. BOFF, Leonardo, la Trinidad, la sociedad y la liberación, Ediciones Paulinas ,1987

[2] Cfr. BOFF, Leonardo, la Trinidad, la sociedad y la liberación. Ediciones Paulinas ,1987
Hevert Alfonzo Lizcano.

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